Pancho Ibáñez lleva muy bien sus 64 años, pero cree que llegó la hora de hacer balances. Reconoce que la frase Todo tiene que ver con todo nació como excusa para sus juegos asociativos y admite que, en cambio, le gustaría haber acuñado otra, de autor anónimo: Viajando se abre la mente. Si pudiera ser inmortal, dice, invertiría el tiempo en conocer todo el mundo, y empieza a desempolvar fotos de viajes. De repente hace una pausa, aunque quedan muchas por ver. "¿De dónde viene este espíritu?", se pregunta, y deja las fotos para buscar otros cuadros, los de historietas protagonizadas por aventureros que lo inspiraron. Porque primero estuvo su pasión por el cómic. Ahí empezó todo.
"Mi amor por el cómic llegó por equivocación", admite el locutor de voz inconfundible, a propósito de lo que le ocurrió con su primer héroe, el Príncipe Valiente, protagonista de la saga medieval del dibujante Hal Foster. "De chico me compré toda la colección en Editorial Robin Hood", cuenta, mientras saca uno de aquellos entrañables volúmenes amarillos de tapa dura. "Me resultaban amenos porque estaban llenos de dibujos. Después, me enteré de que era una versión hecha para libro de algo que originalmente había sido un cómic."
"A mí me gustan las geografías, los países, los idiomas, las costumbres, las vestimentas", cuenta Ibáñez. Sus personajes favoritos son Corto Maltés, del veneciano Hugo Pratt, y Tintín, del belga Hergé. "El Corto es eso; me apasionan sus viajes y su relación con los escenarios de la época en que vivió", afirma. "Y luego, Tintín es un reportero que también viaja a lugares exóticos, algo que siempre me gustó. Hergé, como Hugo, era otro obsesivo de la documentación. Por ejemplo, en el álbum El loto azul todos los carteles callejeros dicen algo en chino, no son meros palitos."
En el living, mostrando su afán de coleccionista, despliega un dibujo autografiado que le hizo Hugo Pratt y cantidad de lujosas encuadernaciones en varios idiomas. "Me gusta comprar cómics y libros de referencia cuando viajo", dice. Uno de ellos, En attendant Corto, es una biografía de Pratt que incluye fotos de los años en que vivió en la Argentina, como retratos de su casa en Acassuso y viajes por la Patagonia. "El era un enamorado de este país", afirma Ibáñez, que conoció al dibujante en 1978. "Y su creación, Corto, era un marino rebelde, solitario, un enamorado de la libertad. Me identifico con él, aunque uno nunca puede igualar a sus héroes."
En la biblioteca hay colecciones completas de Corto Maltés, Tintín, Sargento Kirk, Astérix, Lucky Luke y ejemplares ilustrados por Alberto Breccia ?como Mort Cinder y Sherlock Time?, Didier Comès, Jacques Tardi, Dino Battaglia, Toppi y Milo Manara. "Me encantaban las mujeres de Manara, más las de Horacio Altuna, pero sólo me enamoraban las de Pratt", confiesa, y muestra un volumen francés, Les femmes de Corto Maltese. También hay historietas fantásticas de Enki Bilal, Moebius y todos los números de revistas como Skorpio, Tit-Bits y Fierro. Pero nada de Marvel o DC. "Batman y Superman nunca me atraparon", bromea.
"Siempre me gustó dibujar. En los años 60 dibujaba mis propias historietas, basadas en mis propios guiones. Pero me di cuenta de que estaba copiando a Hugo Pratt. Después me consoló saber que él, en sus comienzos, también copiaba a alguien. Imitaba a Milton Caniff, un gran dibujante norteamericano al que yo también admiro. Pero Pratt creó el estilo Hugo Pratt. Para mí, él es único, inconfundible."
De sus anécdotas como fan del cómic, Ibáñez rescata una que define como "linda, pero muy amarga", y se relaciona con la desaparición de la familia Oesterheld durante la dictadura. "En los años 70 yo estaba haciendo la fila para un trámite. El empleado gritó, ¡Oesterheld!, y se dio vuelta una chica que estaba a mi lado. Le dije: ¿Vos sos algo de Héctor Germán Oesterheld? Fue con el afán de contarle que su padre era mi ídolo. La chica me miró y en ese instante me llamaron. Cuando retiré mis documentos, la chica había desaparecido. Pensé, Qué boba, creyó que buscaba tirarme un lance. Años después hice un flashback y caí. La chica debió pensar que aquel bigotudo era alguien de los servicios. Porque se había esfumado, literalmente, como en un cómic."
"Dos revistas que me marcaron fueron Hora Cero y Frontera, las dos fundadas por Oesterheld", dice Ibáñez al evocar su infancia. "Las compraba religiosamente. En Hora Cero había un personaje llamado Ernie Pike, inspirado en Ernie Pyle, un corresponsal de la Segunda Guerra Mundial. Aquí ya no había norteamericanos buenos y alemanes malos. La única mala era la guerra, y eso, para un chico de 11 o 12 años era una revelación. Creo que ahí empezó mi cariño por Pratt y Oesterheld."
El amor por la historieta dejó secuelas. Siempre que puede, Ibáñez, que dice haber nacido actor, se anota para representar algún papel en cine o televisión. "Varias veces me llaman para hacer de locutor, pero no, yo quiero interpretar a asesinos seriales o tipos muy difíciles, como el misógino que hice en el film Dolores de casada", cuenta. En las fotos de viajes también monta escenas de aventuras. En una, tomada en Tailandia, sale del mar con bermudas y camisa desabrochada, como un personaje de la serie Lost. En otra está parado frente a uno de los leones del Arsenale de Venecia, emulando un cuadro de El Corto Maltés. "Recorrí toda la ciudad para encontrar esos leones", se ríe.
Jorge Luis Fernández
"Mi amor por el cómic llegó por equivocación", admite el locutor de voz inconfundible, a propósito de lo que le ocurrió con su primer héroe, el Príncipe Valiente, protagonista de la saga medieval del dibujante Hal Foster. "De chico me compré toda la colección en Editorial Robin Hood", cuenta, mientras saca uno de aquellos entrañables volúmenes amarillos de tapa dura. "Me resultaban amenos porque estaban llenos de dibujos. Después, me enteré de que era una versión hecha para libro de algo que originalmente había sido un cómic."
"A mí me gustan las geografías, los países, los idiomas, las costumbres, las vestimentas", cuenta Ibáñez. Sus personajes favoritos son Corto Maltés, del veneciano Hugo Pratt, y Tintín, del belga Hergé. "El Corto es eso; me apasionan sus viajes y su relación con los escenarios de la época en que vivió", afirma. "Y luego, Tintín es un reportero que también viaja a lugares exóticos, algo que siempre me gustó. Hergé, como Hugo, era otro obsesivo de la documentación. Por ejemplo, en el álbum El loto azul todos los carteles callejeros dicen algo en chino, no son meros palitos."
En el living, mostrando su afán de coleccionista, despliega un dibujo autografiado que le hizo Hugo Pratt y cantidad de lujosas encuadernaciones en varios idiomas. "Me gusta comprar cómics y libros de referencia cuando viajo", dice. Uno de ellos, En attendant Corto, es una biografía de Pratt que incluye fotos de los años en que vivió en la Argentina, como retratos de su casa en Acassuso y viajes por la Patagonia. "El era un enamorado de este país", afirma Ibáñez, que conoció al dibujante en 1978. "Y su creación, Corto, era un marino rebelde, solitario, un enamorado de la libertad. Me identifico con él, aunque uno nunca puede igualar a sus héroes."
En la biblioteca hay colecciones completas de Corto Maltés, Tintín, Sargento Kirk, Astérix, Lucky Luke y ejemplares ilustrados por Alberto Breccia ?como Mort Cinder y Sherlock Time?, Didier Comès, Jacques Tardi, Dino Battaglia, Toppi y Milo Manara. "Me encantaban las mujeres de Manara, más las de Horacio Altuna, pero sólo me enamoraban las de Pratt", confiesa, y muestra un volumen francés, Les femmes de Corto Maltese. También hay historietas fantásticas de Enki Bilal, Moebius y todos los números de revistas como Skorpio, Tit-Bits y Fierro. Pero nada de Marvel o DC. "Batman y Superman nunca me atraparon", bromea.
"Siempre me gustó dibujar. En los años 60 dibujaba mis propias historietas, basadas en mis propios guiones. Pero me di cuenta de que estaba copiando a Hugo Pratt. Después me consoló saber que él, en sus comienzos, también copiaba a alguien. Imitaba a Milton Caniff, un gran dibujante norteamericano al que yo también admiro. Pero Pratt creó el estilo Hugo Pratt. Para mí, él es único, inconfundible."
De sus anécdotas como fan del cómic, Ibáñez rescata una que define como "linda, pero muy amarga", y se relaciona con la desaparición de la familia Oesterheld durante la dictadura. "En los años 70 yo estaba haciendo la fila para un trámite. El empleado gritó, ¡Oesterheld!, y se dio vuelta una chica que estaba a mi lado. Le dije: ¿Vos sos algo de Héctor Germán Oesterheld? Fue con el afán de contarle que su padre era mi ídolo. La chica me miró y en ese instante me llamaron. Cuando retiré mis documentos, la chica había desaparecido. Pensé, Qué boba, creyó que buscaba tirarme un lance. Años después hice un flashback y caí. La chica debió pensar que aquel bigotudo era alguien de los servicios. Porque se había esfumado, literalmente, como en un cómic."
"Dos revistas que me marcaron fueron Hora Cero y Frontera, las dos fundadas por Oesterheld", dice Ibáñez al evocar su infancia. "Las compraba religiosamente. En Hora Cero había un personaje llamado Ernie Pike, inspirado en Ernie Pyle, un corresponsal de la Segunda Guerra Mundial. Aquí ya no había norteamericanos buenos y alemanes malos. La única mala era la guerra, y eso, para un chico de 11 o 12 años era una revelación. Creo que ahí empezó mi cariño por Pratt y Oesterheld."
El amor por la historieta dejó secuelas. Siempre que puede, Ibáñez, que dice haber nacido actor, se anota para representar algún papel en cine o televisión. "Varias veces me llaman para hacer de locutor, pero no, yo quiero interpretar a asesinos seriales o tipos muy difíciles, como el misógino que hice en el film Dolores de casada", cuenta. En las fotos de viajes también monta escenas de aventuras. En una, tomada en Tailandia, sale del mar con bermudas y camisa desabrochada, como un personaje de la serie Lost. En otra está parado frente a uno de los leones del Arsenale de Venecia, emulando un cuadro de El Corto Maltés. "Recorrí toda la ciudad para encontrar esos leones", se ríe.
Jorge Luis Fernández
Fuente: La Nacion
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